Si un observador extraterrestre (con nociones de gestión empresarial, claro) observara desde una nave en órbita lo que está sucediendo en el mundo empresarial en España en los últimos tiempos sin duda pensaría que tenemos una cultura en la que se incentiva el suicidio empresarial.


Una de las tareas que cualquier profesional con responsabilidades de negocio debe abordar periódicamente, ya sea Consejero Delegado de una empresa del Fortune 100, emprendedor en ciernes, CEO de una startup recién creada o Director general de una PYME es cuestionarse su modelo de negocio, es decir, cómo piensa operar y obtener dinero (o valor social, en el caso de una ONG). Esto no sólo supone analizar el actual sino plantear nuevos modelos que aporten más valor.
Creo que lo hacemos mal. Y no escurro el bulto hablando en tercera persona. En la mayoría de las Organizaciones, desde los mandos intermedios hasta la alta dirección, viven inmersos en una suerte de frenética actividad que consume el 110% de su tiempo, agota sus reservas de energía y los hace llegar exhaustos a casa… y éste es uno de los comportamientos que más se premian en compañías donde la valía de un líder es proporcional a las horas y “lío” que soporta…