Una de las cosas que más me gusta de la negociación es sin duda la variedad de tácticas (o roles) que se pueden utilizar para lograr algo… es una habilidad que tiene algo de “interpretación“, ya que nos obliga a asumir un papel diferente del que tomamos normalmente, y que debemos interpretar (es importante recalcar, de todas formas, que negociar NO es regatear!!).
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El poder del silencio
Hace ya un buen número de años tuve una magnífica profesora de comunicación que afirmaba que, cuando estuvieramos haciendo una presentación en público, o negociando, deberíamos “utilizar el silencio como un látigo”. Este consejo en su momento me pareció simpático, pero según pasa el tiempo lo encuentro más util.
Aunque resulte paradójico, el silencio es uno de los elementos más poderosos que debemos manejar en nuestro repertorio de habilidades de comunicación. El principal beneficio de que mantengamos silencio es doble: por un lado nos obligamos a escuchar (que es mucho más importante de lo que parece, ya lo comentaremos en otro momento) y por otro lado, no hablamos nosotros (y por lo tanto, reducimos el riesgo de decir alguna inconveniencia).
El silencio como técnica tiene dos entornos de uso principales:
- Presentaciones: El uso adecuado del silencio cuando estamos realizando una exposición en público ayuda de forma importante a captar el interés del auditorio, y rompe el ritmo de nuestro discurso. Su uso está especialmente indicado cuando queremos recalcar el interés de algo, o hacer pensar a la audiencia: exponemos la pregunta o comentario, cerramos la boca, miramos al público a los ojos durante al menos 3 segundos, y continuamos. Os recomiendo las primeras veces que lo hagais hacer la cuenta mental y morderos la lengua, ya que si vamos “lanzados” es dificil partir el ritmo.
Factores críticos de fracaso al negociar
La negociación es sin duda una de las habilidades más relevantes que debemos desarrollar. Negociamos con nuestro jefe, con nuestros compañeros, con la gente que tenemos en nuestras áreas, con el panadero, con el dependiente del restaurante, con nuestra pareja y (sin duda!) con nuestros hijos… la mayoría de las veces de forma casual y sin preparación previa, lo que nos lleva a resultados regulares, en el mejor de los casos.
Negociar NO es una cualidad innata con la que se nace, contra lo que mucha gente puede opinar. Algunos de los mejores negociadores que conozco han sido “formados”, e incluso uno me comentó hace poco que de pequeño era “el niño timido” de clase. Podemos aprender a negociar, sólo hay que entender que es algo que requiere planificación y formación.